domingo, 6 de septiembre de 2009

La despedida

"Me sentía mareada y me costaba concentrarme. Sus palabras daban vueltas y
más vueltas en mi cabeza. Pude oír la voz del médico del hospital de Phoenix, la
pasada primavera, que decía mientras me enseñaba las placas de rayos X: Es una
fractura limpia, como bien puedes ver. Recorrió la imagen de mi hueso roto con el dedo.
Eso es bueno, así sanará antes y con más facilidad.
Procuré acompasar la respiración. Necesitaba concentrarme y hallar la forma de
salir de aquella pesadilla.
—Adiós, Bella —dijo entonces con la misma voz suave, llena de calma.
—¡Espera! —espeté mientras intentaba alcanzarle, deseando que mis piernas
adormecidas me permitieran avanzar.
Durante un momento creí que él también se acercaba, pero sus manos heladas
se cerraron alrededor de mis muñecas y las inmovilizaron a mis costados. Se inclinó
para acariciar ligeramente mi frente con los labios durante un segundo apenas
perceptible. Se me cerraron los ojos.
—Cuídate mucho —sentí su frío hálito sobre la piel.
Abrí los ojos de golpe cuando se levantó una ligera brisa artificial. Las hojas de
una pequeña enredadera de arce temblaron con la tenue agitación d el aire que
produjo su partida.
Se había ido.
Le seguí, adentrándome en el corazón del bosque, con las piernas temblorosas,
ignorando el hecho de que era un sinsentido. El rastro de su paso había desaparecido
ipso facto. No había huellas y las hojas estaba n en calma otra vez, pero seguí
caminando sin pensar en nada. No podía hacer otra cosa. Debía mantenerme en movimiento, porque si dejaba de buscarle, todo habría acabado.

El amor, la vida, su sentido... todo se habría terminado.
Caminé y caminé. Perdí la n oción del tiempo mientras me abría paso
lentamente por la espesa maleza. Debieron de transcurrir horas, pero para mí apenas
eran segundos. Era como si el tiempo se hubiera detenido, porque el bosque me
parecía el mismo sin importar cuan lejos fuera. Empecé a temer que estuviera
andando en círculos —después de todo, sería uno muy pequeño —, pero continué
caminando. Tropezaba a menudo y también me caí varias veces conforme oscurecía
cada vez más.
Al final, tropecé con algo, pero no supe dónde se me había traba do el pie al ser
noche cerrada. Me caí y me quedé allí tendida. Rodé sobre un costado de forma que
pudiera respirar y me acurruqué sobre los helechos húmedos.
Allí tumbada, tuve la sensación de que el tiempo transcurría más deprisa de lo
que podía percibir. No recordaba cuántas horas habían pasado desde el anochecer.
¿Siempre reinaba semejante oscuridad de noche? Lo más normal sería que algún
débil rayo de luna cruzara el manto de nubes y se filtrara entre las rendijas que
dejaba el dosel de árboles hasta a lcanzar el suelo...
Pero no esa noche. Esa noche el cielo estaba oscuro como boca de lobo. Es
posible que fuera una noche sin luna al haber un eclipse, por ser luna nueva."

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